
AL RESCATE DEL PERIODISMO DE LAS REDES SOCIALES
Foto: Donald Trump en el momento de expulsar de una rueda de prensa a Jorte Ramos, periodista estrella de la cadena hispana Univisión (26 AGO 2015)
A N Á L I S I S. MIGUEL DEL RÍO
“El intrusismos profesional nos hace entrar en el debate de si lo que se hace en Twitter o Facebook es periodismo”
“Si hace falta recomponer en todo el mundo una profesión, ésta es la de ser periodista”
“Todo colegio profesional vela especialmente por la titulación profesional, el código ético y por sus colegiados”
“Negamos la capacidad periodística de las redes pero nos hemos echado en sus brazos, desde los medios en general a los profesionales de manera individual”
“El periódico “Folha de São Paulo”, fundado en 1921, deja de publicar en Facebook porque cree que disminuye la visibilidad del periodismo profesional”
Allá por 1981, un grupo de corresponsales creó el CGP, un Comité para la Defensa de los Periodistas. Aún quedaba lejos en el tiempo la llegada de las ruedas de prensa sin preguntas, las comparecencias informativas por plasma o esquivar a los periodistas escribiendo en Twitter o Facebook. No, aquellos corresponsales de los ochenta estaban hartos de verse acosados en su trabajo de informar de lo que pasaba por el mundo, y muy especialmente en los países regidos por gobiernos autoritarios, que crecen porque la ONU ya no es capaz de contener nada. Aún no hay indicio de que vaya a surgir una variante de este comité, que se denomine CGPCB, o Comité para la Defensa de los Periodistas de la Casa Blanca. Y es que los redactores norteamericanos no habían conocido hasta ahora un presidente con semejantes malos modos como los de Donald Trump, fáciles de comprobar a diario en Twitter, red social a la que el magnate está enganchado. Contar la actualidad diaria ya no es lo mismo en Estados Unidos, aunque te la juegas más en Turquía, Egipto, Rusia, China o Birmania. Es curioso, porque no deja de ser un dato aplastante de lo que está cambiando la Unión Europea, el caso de Polonia y las trabas gubernamentales que se ponen al periodismo libre. Los países que tradicionalmente han encarcelado a la libertad de expresión, tienen vigilado igualmente el uso de Internet por parte de sus ciudadanos.
El esplendor informativo de la segunda mitad del siglo XX, con excelentes y bien formados periodistas, dio paso a un nuevo periodo donde pensamos que las nuevas tecnologías serían complementarias a las formas tradicionales de hacer información en prensa, radio y televisión, pero no ha sido así. No basta con decir que Internet lo ha cambiado todo; es que lo ha cambiado todo, de verdad. Internet y las malas prácticas en la economía han sido como plagas para el periodismo. Si ha habido un veneno mortal en este ultimo periodo para las empresas de comunicación, esa pócima perversa se llama crisis económica.
El decenio 2007-2016 ha sido un ciclón que se ha llevado por delante a no pocos medios de comunicación, especialmente cabeceras de papel, al tiempo que ha desenmascarando (aún más) a los enemigos tradicionales de la libertad de prensa, muchos de los cuales lo hacen desde el cargo político para el que han sido elegidos democráticamente (periodismo y dictadura nunca se han llevado bien, ni falta que hace). Pero volvamos a las empresas de información y las tremendas losas que pesan sobre ellas. En primer lugar está el hecho de que el usuario se ha hecho a la gratuidad web de la información, lo que conlleva que no se venden periódicos ni revistas. Continuemos con la alianza interesada de los medios de comunicación con las redes sociales, que ha hecho creer a las segundas que son como los primeros, y a muchos usuarios de las redes, por lo que creen que hacen y cuentan, que son como los periodistas. Por si fuera poco daño, los dueños de las redes sociales están comprando muchas cabeceras de periódicos, sin que se sepa aún cuál va a ser el uso o el porvenir de estos reputados nombres en la historia del periodismo. La consecuencia principal del mal momento que vive esta profesión es que hay que ir en auxilio del periodismo profesional, ético, riguroso, y por el que debe velar mucho mejor las organizaciones dentro de las cuales nos agrupamos los periodistas.
Antes de la crisis, hablábamos de la necesidad de que nuestras asociaciones profesionales tuvieran la fuerza que no poseen; aplazábamos sine die regular unas claras exigencias para trabajar como periodista; y nos mostrábamos frente a la opinión pública también divididos y cabreados, hecho que, por si fuera poco, nos restaba encima credibilidad. De esta forma llegamos a 2018, teniendo en frente a Internet, las redes sociales, y el intrusismo profesional que nos hace entrar en el debate (¡menuda ingenuidad!) de si lo que se hace en Twitter o Facebook es periodismo. Al lado de todo lo que se cuece en torno a estas autopistas de la comunicación mundial, queda anecdótico ya combatir las ruedas de prensa sin preguntas o que las administraciones y las empresas en general vayan a terminar teniendo más periodistas en plantilla que los propios medios de comunicación al uso, entiéndase agencias de información, periódicos, digitales, radio y televisión.
Recomponer la profesión
Si hace falta recomponer en todo el mundo una profesión, ésta es la de ser periodista. Urge darle el valor que tienen los títulos de periodistas, que se alcanzan mediante unos estudios precisos que requieren gran esfuerzo y preparación, algo que nada tiene que ver con escribir un tuit de 280 caracteres para autodefinirse a continuación como periodista. Lo mismo digo de abrir una web y arrogarse lo que no se es. Pero lo malo es que los profesionales que hemos tenido la capacidad de poner freno a estas situaciones actuales, no hemos hecho nada por la división latente en la profesión. Por una parte, negamos la capacidad periodística de las redes sociales pero, por otra, nos hemos echado en sus brazos, desde los medios en general, abducidos, a los profesionales de manera individual. Ha nacido una comunicación de likes y trending topics, dentro de la cual el periodismo actual se ha hecho cómplice. Coincidiendo con este análisis de la situación, se conoce que el diario brasileño “Folha de São Paulo”, fundado en 1921 y con versión digital de pago, deja de publicar su contenido en Facebook porque cree que ha disminuido “la visibilidad del periodismo profesional”. Es un primer paso que seguirán otros importantes medios.
Así llegamos a los colegios de periodistas que van sustituyendo a las históricas asociaciones de la prensa. Todo colegio profesional, pienso en los médicos, abogados, ingenieros o procuradores, vela especialmente por la titulación profesional, el cogido ético y, por supuesto, por sus colegiados. Se persigue de manera muy especial el furtivismo profesional, algo que no hemos sabido cuidar lo suficiente de cara a integrar en el mercado laboral a los nuevos periodistas que surgen de nuestras universidades. Nunca es tarde para reclamar y regular lo que es aconsejable, y el debate que presentan los recién titulados es de justicia. Hoy nos quejamos mucho de lo que se publica en muchas webs de Internet o se pregona a los cuatro vientos en las redes sociales. Abundan las mentiras, las noticias falsas, las difamaciones, los insultos, la propaganda política o la información teledirigida creada por encargo. Que suceda todo esto junto pone de manifiesto el momento actual de una profesión en crisis, que necesita fijar nuevamente el rumbo y definir claramente quién es y lo que hace un periodista, empezando por la exigencia de una preparación específica que proporciona una titulación exigible.