Las contradicciones son intrínsecas al ser humano pero bajo ningún concepto debemos permitir que sean destructivas para nuestro tejido económico, social y cultural.
Desafortunadamente, la imagen institucional del Gobierno de Cantabria ha centrado durante más tiempo del deseado el debate político de la región. La polémica saltó tras el concurso convocado por el Ejecutivo cántabro con el fin de diseñar su identidad corporativa, un concurso abierto a cualquiera que quisiera diseñar un logotipo utilizando como base el escudo de Cantabria. Las reacciones en redes sociales no se hicieron esperar, la gran mayoría de ellas en tono de mofa, acompañadas con memes y el hashtag #EcceLogo. Porque la participación ciudadana está bien, muy bien, y es muy aconsejable, pero no de cualquier manera y en cualquier circunstancia. No todo vale.
Según Edgar Degas, «el diseño gráfico no es lo que ves, sino lo que debes hacer que otras personas vean». Por lo tanto, para cualquier empresa o institución, una imagen potente y representativa de su marca es fundamental como instrumento de comunicación. No es necesario puntualizar que vivimos en la sociedad de la imagen. Lo que sí parece necesario recordar es que el diseño no es algo decorativo. Steve Jobs dejó dicho que «nada es más importante en el futuro que el diseño. El diseño es el alma de todo lo creado por el hombre». Entonces en Cantabria, ¿cómo queremos ser percibidos por el público? Pues hasta donde se pueda llegar con 3.000 euros.
Parece que se ponga como se ponga todo el colectivo de diseñadores gráficos, aquí nos hemos propuesto aniquilar la creatividad y volver “loco” al personal con mensajes contrapuestos.
Si el consejero de Economía, Hacienda y Empleo va y señala que «no podemos seguir compitiendo por bajos salarios» –declaraciones publicadas por eldiariocantabria.es-, habrá que conocer y pagar a un trabajador el coste real de sus servicios. Si el Gobierno regional cree realmente que la «reforma laboral es la que nos ha conducido a esta perversión del empleo», sus representantes políticos tendrán que luchar contra la precariedad con medidas concretas para mostrar el camino a seguir. La palabra convence, pero el ejemplo arrastra.
Quien escribe no entiende que, expresándose en estos términos y entendiendo el malestar general que este concurso ha provocado, se escuden en que su planteamiento «hubiera sido muy diferente si estuviéramos en otro escenario económico». Pero entonces, empleo precario, ¿sí o no? Bajos salarios, ¿sí o no? ¿Por qué tanta urgencia en renovar la imagen corporativa si el escenario económico actual no es el más idóneo? Vaya lío. Cualquiera diría, viendo lanzar balones fuera así y recurriendo al “donde dije digo, digo Diego”, que nuestros políticos están cargados de buenas intenciones pero no saben hacer sus deberes. O dicho de otro modo: rotundamente “no” al empleo precario pero no con mi dinero, mejor que lo hagan otros.